Mujeres con rodete

martes, 9 de abril de 2013

José Luis Sampedro, un escritor vaca

  
Autor de la caricatura: Iñaki Cerrajería

          Cuando me he enterado de que se ha muerto, he llorado. Pero este buen hombre (y mucho más) era poco amigo de dramones, así que, como escribana, transcribo unos párrafos de su libro “Escribir es vivir”, escrito con la colaboración de Olga Lucas, su compañera.
         ¿Por qué este texto y no otro? Porque es divertido, tierno y certero, y su autorretrato como escritor.

  "Pensemos en una forma sencilla de definir a un escritor. Podemos recurrir a varios ejemplos. Yo me
inclino por aquellos que desmitifican al escritor, que lo bajan de su peana, le despojan de su aureola
mágica y lo muestran como un trabajador cualquiera. El ejemplo más directo, sencillo y, a la vez, muy
ilustrativo del oficio es la comparación del escritor con una vaca. […] espero que me sigan, que puedan
visualizar al escritor comparado con una vaca.
Veamos, ¿qué hace la vaca? Ustedes imaginen la vaca en un prado, tan tranquila, detrás de una cerca
mirando a la carretera. Por la carretera pasan infinitas cosas. Pasan los labradores que van a labrar los
campos, pasan los turistas, pasa la guardia civil, pasa el coche de línea. Y la vaca lo mira todo. Ustedes, los que viven por aquí, se habrán fijado en los ojos de las vacas. Los ojos de las vacas son maravillosos, son un prodigio, merecen tantos madrigales como los ojos de las mujeres hermosas y no los tienen las pobres. […] Los ojos de las vacas son asombrosos,son grandes, tremendos, son protuberantes, casi esféricos, se salen casi de las órbitas. Además, están uno a cada lado de la cabeza, con lo que tienen seguramente un campo visual, un gran angular que los humanos no tenemos. Un campo tremendo. Los ojos de la vaca son sensacionales. Y ¿qué hace la vaca viendo todo aquello? Se lo zampa, lo observa todo. El escritor también. El escritor es un voyeur , confesémoslo de una vez, y lo digo en francés para que no parezca indecente. El escritor lo ve todo, lo oye, lo huelo todo – no digo que lo toca porque eso ya sería pasarse - , pero el escritor, verdaderamente, es una cotilla. Volvamos a la vaca. ¿Qué pasa con ella al cabo de un rato? La vaca agacha la cabeza, arranca con sus dientes unas briznas de hierba, las mastica y se las traga. ¡Ah!, pero como ustedes saben muy bien, la vaca es un rumiante. Y, además, tiene cuatro estómagos, quien los pillara, ¿verdad?, para disfrutar más de la comida. La vaca se saca de uno de sus cuatro estómagos lo que ha tragado, lo vuelve a la boca y lo mastica de nuevo. El escritor actúa también como un rumiante: a todo lo que ha visto, todo lo que ha tocado y oído le da vueltas y más vueltas. Yo, por ejemplo, voy por la calle, y como el de escritor es mi oficio permanente, tengo a mi lado mi ordenador de bolsillo.

(En este momento, el profesor Sampedro saca de su bolsillo un pequeño bloc, lo agita en alto para que
todo el mundo lo vea, la clase sonríe y él ironiza.)

Sí, ya les dije que adoro la técnica; este ordenador de bolsillo es un artefacto muy práctico, gasta muy
poca energía, la que pongo yo. Pues bien, con este artefacto voy por la calle, se me ocurre una idea y
la anoto aquí, en esta hojita. Sigo caminando, se me ocurre otra que nadie tiene que ver con la anterior y la escribo en esta otra hojita. Naturalmente, cuando llego a casa, no están por orden. Pero eso lo resuelve mi ordenador, porque no lo olviden, esto es un ordenador, y lo hace del siguiente modo: gracias a mi gran práctica y un movimiento hábil de muñeca, se arrancan las hojitas, se cambian de sitio juntándose las afines y separando las inconexas. Es decir, el escritor hace lo mismo que la vaca: rumia lo que se ha tragado observando, le da vueltas, lo trabaja. La vaca transforma la hierba en sustancia vacuna, el escritor transforma lo que ve, lo que toca, lo que piensa, lo que imagina, lo que ha ocurrido y lo que no ocurrió, pero hubiera querido que ocurriera; el escritor transforma todo en carne. Porque el escritor auténtico escribe con su carne, su sangre, su médula, lo mismo que la araña teje su tela con su propio cuerpo. Bueno, he dicho la araña, tal vez debería haber dicho el gusano de seda. Es mejor, más poético. Además, como saben ustedes hay especies de arañas que se comen al macho durante la cópula, cosa que nunca me ha hecho gracia, pero, sí, hacen su tela que es la idea que quería expresar. Resumiendo, el escritor, como la vaca, observa, rumia, transforma, convierte en sí mismo; escribe con lo que es: hace y se hace. Y para que vean que mi metáfora es acertada, ¿qué pasa al final del día con la vaca? Llega el dueño, se la lleva al establo, la ordeña y al día siguiente vende la leche y se queda con los cuartos. Eso sí, deja a la vaca el diez por ciento para que siga escribiendo. ¿No les parece a ustedes que mi imagen del escritor como una vaca no es tan desatinada? Con un poco de imaginación y sin mirarme al espejo puedo verme como una vaca consciente porque soy un escritor. [...]"


1 comentario:



  1. No estes triste,ahora se que los escritores
    nunca mueren.

    Un beso

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